Hace más de dos mil años, alguien creó un objeto absolutamente extraordinario. Pasarían catorce siglos de oscuridad hasta que volviera a verse algo parecido sobre la faz de la Tierra. hablo del hoy llamado Mecanismo de Anticitera.
Sus engranajes componen el artefacto primitivo más fascinante de la antigüedad. Varios estudios han llegado a la conclusión de que se trataba de una sofisticada calculadora astronómica para predecir las posiciones de los astros.
Antigüedad
Nuevas investigaciones han fijado la fecha de su fabricación entre el 150 y el 80 a.C. Incluso antes de los que se creía, es decir faltaban 80 años para que iniciara el año cero cuando un buque de tecnología romana se hundió en la posición 35° 53′ norte 23° 18′ este, a poca distancia de un cabo septentrional de la isla de Anticitera (o Antiquitera), entonces llamada Aigilia u Ogylos (hoy parte de la Grecia contemporánea). La madera de olmo con que fue construido el barco ha sido datada mediante radiocarbono entre el 177 y el 263 a.C, (contaba al menos noventa años de antigüedad y puede que hasta dos siglos.
Su hallazgo
En octubre de 1900, casi veinte siglos después, un grupo de recolectores de esponjas al mando del capitán Dimitrios Kondos y uno de los buceadores, Elías Stadiatos, hallaba restos del barco, a unos sesenta metros de profundidad. Contenía ánforas, estatuas de mármol y cobre, cerámica grecorromana y una diversidad de utensilios corrientes de la época. Basándose en los restos los arqueólogos concluyen que el naufragio tuvo que suceder entre el 85 y el 60 a.C. Si fuera anterior, estas monedas no deberían estar presentes; si fuera posterior, habría objetos más tardíos con toda probabilidad.
El gobierno griego organizó una laboriosa operación de rescate y se utilizaron los mismos buceadores para recuperar el naufragio. Durante el siguiente año hicieron numerosas inmersiones libres sin oxígeno (la utilización de los equipos de buceo dificultaba excesivamente la labor) con el resultado de que murió un buzo y dos quedaron permanentemente inválidos. Sin embargo, recuperaron alfarería, estatuas y otros muchos objetos, incluyendo el mecanismo de Anticitera, cuya importancia fue ignorada inicialmente porque tenía la apariencia de ser únicamente varios trozos de madera descompuesta. No fue hasta que se secó la madera y empezó a desintegrarse cuando el arqueólogo Spyridon Stains observó, el 17 de mayo de 1902, que tenía una rueda de engranaje de metal incrustada en uno de los trozos.
Derek de Solla Price
Sólo cuando se sometió al mecanismo a rayos X en el 1971 se pudo contar y predecir el número de dientes en cada engranaje, realizándose detallados dibujos y modelos para averiguar cómo funcionaba. En 1974 el historiador de Yale, Derek de Solla Price, publicó en su libro "La Ciencia después de Babilonia", al referirse al Anticitera, dijo: "considero que hay algo "verdaderamente espantoso" en este descubrimiento" y pidió luego la revisión de toda la arqueología y un estudio exhaustivo del instrumento. Al conocer el número exacto de dientes y la forma en que los engranajes se conectaban entre sí pudo finalmente identificar, matemáticamente, qué disco correspondía a qué cuerpo celeste. Concluyó que había sido construido por un astrónomo griego llamado Gemino de Rodas, una década antes de que se hundiera el barco. Se basaba en el hecho de que alguna de las inscripciones del mecanismo son casi idénticas a la escritura de uno de los libros de Gemino. Sin embargo, esto iría en contra de la opinión mayoritaria de que Rodas, en esta época, estaba en declive y ya no era el centro de la excelencia científica que había sido antaño. Como era de esperar, algunos siguen insistiendo en que sólo puede ser obra de los extraterrestres.
El dispositivo
El dispositivo fue construido inicialmente utilizando 32 engranajes de bronce interconectados dentro de una caja de madera. Gran parte del mecanismo había desaparecido, y lo que quedaba estaba gravemente dañado, pero era lo suficiente como para permitir a los científicos determinar que había tenido una manecilla giratoria y engranajes giratorios para calcular el movimiento de la luna, el sol y los planetas durante un período de años, sobre un fondo de estrellas. Un fragmento del texto en una de las piezas dice “parapegma”, que relaciona la posición de las constelaciones con la meteorología.
Por la cara posterior tenía dos esferas en vez de una, llamadas “alta” y “baja”. La alta tiene forma de espiral, con 47 marcas en cada vuelta hasta totalizar los 235 meses del ciclo metónico. El ciclo metónico de 6.940 días, que se estudió en Babilonia y constituye la base del posterior calendario hebreo, es una aproximación bastante exacta al múltiplo común de los ciclos del sol y de la luna: equivale más o menos a 19 años tropicales y 235 meses sinódicos a la vez. Metón el Ateniense observó este fenómeno ya en el siglo V aC –de ahí su nombre - e incluso describió una fórmula correcta para corregir la pequeña diferencia entre ambos, con lo que el mecanismo de Anticitera permite esta corrección. Sobre esta base, se pueden crear y ajustar calendarios lunisolares con gran facilidad. Dicho de otra manera: en un tiempo en que la mayoría del mundo aún estaba prácticamente en el Neolítico, con un mecanismo de Anticitera tú podías llegar a cualquier sitio y levantar un calendario en cuestión de horas.
La esfera posterior baja está también dispuesta en forma espiral, con 223 divisiones para mostrar los meses del ciclo de Saros, originado en la cultura caldea. El ciclo de Saros es excepcionalmente interesante, pues equivale al tiempo transcurrido entre dos momentos en que el Sol y la Luna se encuentran en parecida posición con respecto a la Tierra, y por tanto entre ocurrencias del mismo eclipse. En combinación con el metónico, permite predecir los eclipses con bastante exactitud. Esta esfera posterior baja contiene además una aguja más pequeña que indica elexeligmos o triple Saros de 54 años, para corregir las imprecisiones del ciclo de Saros, dado que éste no es un número entero exacto sino que consta de 6.585 días y un tercio. Recientemente (2008), se ha descubierto también una esfera menor adicional que parece corresponder al ciclo calípico de 76 años, dividida en cuatro secciones con los nombres de los cuatro juegos panhelénicos (incluida la Olimpiada) más otros dos de menor importancia; uno de ellos permanece sin descifrar
Mejores avances
Los mayores avances llegaron desde 2006 en adelante, cuando el matemático y documentalista británico Tony Freeth, junto con un equipo interdisciplinario que incluía al experto en animaciones computadorizadas de Hewlett-Packard, Tony Malzbender, lograron descifrar muchos textos deteriorados durante más de 2000 años en el fondo del mar y revelar cómo encajaban los engranajes mediante tomografías computadas.
“Tomaron diez tomografías por milímetro y después pusieron esas imágenes en una computadora para hacer una reconstrucción tridimensional”, explica el científico.
Todo esto sugiere que el aparato era como una caja de zapatos de unos 30 centímetros de alto por 20 de ancho, y contenía entre 33 y 34 engranajes dentados, cubiertos de inscripciones en griego.
Sobre la parte delantera, tenía un dial circular con dos escalas concéntricas (una estaba dividida en 365 días y la otra, en 360 grados; tenía las marcas de los doce signos del zodíaco). Las agujas que se movían a lo largo de este círculo mostraban la fecha y la posición del Sol, la Luna, los cinco planetas y las fases de la Luna. Las letras marcadas sobre el zodíaco eran algo así como un índice que permitía saber cuándo salían y se ocultaban ciertas estrellas en diferentes momentos del año.
Sobre la parte de atrás, había dos diales en espiral, uno encima del otro. El de arriba tenía cinco vueltas y un calendario lunisolar de 235 meses, que representaban 19 años, al cabo de los cuales la distribución de las lunas nuevas volvía a repetirse. El de abajo tenía 223 celdas, de las cuales cada una representaba un mes lunar.
Conclusión
Un instrumento científico de muy alta tecnología y extrema precisión que quien lo construyó fue un sabio fanático, hábil con conocimientos avanzados que comprendía ampliamente la ciencia. De hecho, por el momento no se ha encontrado ningún artefacto de esos. Existen indicios muy fuertes para pensar que hubo más ya que se menciona en muchos escritos, aunque por su grado de desarrollo y acabado hace muy difícil pensar que se tratara del primer intento de construir un dispositivo así. No era tan grande como las pirámides pero si igual de importante ya que nos decía que estaba pasando en el cosmos y podía pasar en el futuro. Artefactos como el mecanismo de Anticitera parecen ser el superviviente único de un tiempo perdido, cuya singularidad va a la par con su sofisticación y extrañeza.
Fuentes: La pizarra de yuri, Area118, Diario3, Proyecto Antitera, Wikipedia
0 comentarios:
Publicar un comentario