(http://hcovenass.blogspot.com/) Cuando sobrevuelas Dubai, impresiona. Es lo más parecido a un milagro: una ciudad surgida de la nada, en medio de un gran desierto y al borde del gran lago turquesa que es el Golfo Pérsico. Un sitio donde se baten todos los récords imaginables: la torre más alta del mundo; la pista cubierta de esquí más larga; el hotel más lujoso; el centro comercial con más tiendas; el yate más caro; la casa más ornamentada; el lugar con más grúas de todo el planeta ( y con más cemento); la mayor concentración de millonarios por metro cuadrado. Y así.
En este mini Manhattan de Oriente Próximo es omnipresente el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum. Él ha convertido esta ciudad-estado en un bastión del capitalismo liberal, un ejemplo al que el resto del mundo árabe mira con envidia. La imagen de su cuidada barba recortada (y teñida) y su inmaculada dishdasha blanca está por todas partes. Al fin y al cabo, Dubai -como los otros seis emiratos que conforman Emiratos Árabes Unidos- es una autocracia regida de manera hereditaria por una familia.
Durante años, Dubai ha sido sinónimo de lujo, glamur y poderío económico. El pasado otoño, la crisis financiera global le pegó duro. Las grúas empezaron a ralentizar su trabajo y muchos edificios a medio construir empezaron a parecer gigantescos esqueletos en medio de ese 'skyline' dorado. El miércoles, uno de los mayores orgullos del emirato, el sueño de unas paradisíacas islas que nos prometían repletas de villas y de hoteles de lujo pareció desaparecer en las aguas del Golfo.
En un comunicado emitido al final del día, Dubai World, la empresa detrás de Palm Jumeirah y World Islands, pidió una moratoria de seis meses para pagar parte de su deuda, que asciende a 60.000 millones de dólares y que Deloitte reestructure el grupo. Casi 5.000 millones en bonos islámicos, a punto de expirar en diciembre, serían devueltos en mayo de 2010. La compañía es propiedad del Gobierno o, lo que es lo mismo, de la familia Al Maktoum al completo. De los siete emiratos que conforman este país del tamaño de Andalucía, sólo cuentan en realidad Dubai y Abu Dhabi. Dubai tiene el nombre. Abu Dhabi, el dinero.
Emiratos Árabes (con una población autóctona que no llega a las 500.000 personas) produce el 10% del petróleo mundial. Pero es Abu Dhabi el que posee el 95% del oro negro. Por eso anoche la pregunta que se hacía el mercado era ¿por qué Abu Dhabi no ayuda a Dubai, como ha hecho tradicionalmente? Es bien conocido el gesto del fundador del país, el jeque Zayed al Nahyan, que compró el Burj al Arab, el hotel más lujoso del mundo, por el simbólico precio de un dirham.
Algunos especulaban con la posibilidad de que lo sucedido sea parte de una estrategia puramente comercial destinada a financiar la deuda de la manera más ventajosa. Hace exactamente un mes que Mohammed bin Rashid lo advirtió: "Una cosa es el Gobierno de Dubai y otra sus empresas".
Otra posibilidad es que Dubai quiera marcar las distancias con Abu Dhabi y se resista a jugar el tradicional papel político secundario. Los que mandan en el país son los Al Nayhan, la familia real de Abu Dhabi. Mohammed bin Rashid al Makhtoum es conocido por su megalomanía.
Al fin y al cabo, la deuda de Dubai World se podría pagar en un abrir y cerrar de ojos. Tan sólo el jeque Mansur al Nahyan, el dueño del Manchester City, tiene una fortuna calculada en 50.000 millones de euros. Mansur, de apenas 40 años, está casado en segundas nupcias (y por amor, algo extraordinario en estas latitudes) con una hija del jeque de Dubai. Así, todo quedaría en casa.
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